Hace tiempo que tengo abandonado este vicio de escribir, jamás he dejado de transitar mis laberintos, pero había descuidado esa sana costumbre de plasmar inquietudes, tal vez los desencantos unas veces y las ilusiones otras, lograron crear en mí esa falsa sensación de 'no necesidad' de la comunicación, y sí... lo es, es una necesidad, ya sea para un numeroso público o para ti mismo.
Me he entregado a lo que era un recuadro en blanco, ya que hoy, de repente, me ví atacada por recuerdos de todo tipo, iban desde la infancia a la adolescencia, pasando por la actual adultez; el nacimiento de mis dos hijos (con lujo de detalles, sonrisas y lágrimas incluídas), la vez que me partí la nariz por andar de exploradora en obras abandonadas, la llamada de madrugada que me despertó de un sueño premonitorio anunciando el fallecimiento de mi amada abuela, los momentos de entelequia en los que te ves protagonizando 'videoclips' y te devuelven a la realidad llamándote por tu apellido (que cortada de rollo siempre... psss). Algunos eran una mezcla rápida, como un cóctel con 'de todo un poco', como dice la canción, otros eran paso a paso y con adornos... en fin, una sobreexposición emocional y emocionante. La cuestión es que, a juzgar por mi cara de ciudadana de Mongolia en algunos fragmentos, creo, sinceramente, que esto de recrear el pasado no es algo "molón" pero, señores, es un billete gratuito al aprendizaje, afianza las ganas de seguir maquinando, curioseando, creando y, ¿por qué no decirlo? Cagándola (con y sin remedio).
Curiosamente estuve martirizando a un fiel oyente sobre varias de mis dudas existenciales —y las suyas— y terminamos conversando sobre la vida en otros planos, las diferentes realidades según las culturas, los miedos a dejar de ser y, como no, el amor... ese pequeño gran 'cabroncete' que hace que vivamos, básicamente, con temor, temor por los que amamos, por lo que les pueda pasar, por lo que puedan sufrir y un largo etcétera, pero (menos mal que siempre hay un pero), también nos hace caminar con esperanza, nos alimenta la humildad, la paciencia, ¡la filantropía!, asesina a la codicia y vapulea a la incoherencia—perdón, esto último es mentira, pero quedaba bonito.
No es por martirizar, pero son tantas las incertidumbres, las reflexiones y las quimeras, que he de hacer exámen y ponderación recurrentes y en voz alta, al menos de Julio en Julio, para mantener esta demencia que tanto esfuerzo cuesta mantener y tantas alegrías coloreadas me provee.
Como dije, hace tiempo que tengo abandonado este vicio de escribir y, habiendo recaído y con lo que cuesta desintoxicarse, creo que cederé ante sus encantos, total, lo único que puedo perder son espacios... de otro plano.
Piezas...
Ideas, delirios, certezas, escaras, opiniones, esa zona incontrolada de nosotros mismos que nunca sabemos dónde y cuándo exponer. Partes de un ser humano imperfecto pero único, trazos de una vida. Piezas, al fin... de una existencia.
El amor sin ternura es puro afán de dominio y de auto afirmación hasta lo destructivo. La ternura sin amor es sensiblería blanda incapaz de crear nada.
Fernando Savater
martes, 28 de julio de 2015
martes, 2 de diciembre de 2014
Blanco y negro
Cada paso que amagaba, una semilla caía.
Cada decisión tomada, era tallo que surgía.
Tales eran sus aciertos, que hasta torre y caballo sus lugares confundían.
Cada decisión tomada, era tallo que surgía.
Tales eran sus aciertos, que hasta torre y caballo sus lugares confundían.
jueves, 27 de noviembre de 2014
Tanteando...
Conversaban las almas:
-Hace falta un plan -dijo suavemente-, es imprescindible.
-Pues yo no lo veo así, ando con ambos pies, tanteando el terreno, o bueno ¡qué leches! pisando por donde voy sin necesidad de que esté marcado.
-Siempre haces lo mismo, eres incorregible, y lo peor es que luego te flagelarás al respecto, lo sabes.
-Bueno, tal vez tengas razón, ¿sabes? hace falta un plan -entre risas.
-Pues ponte a ello.
-Sí, ¡venga! saca papel y lápiz.
Y así... sin dobleces ni adivinanzas, comenzó a dibujar el mapa de su presente.
Historias.
A veces acaban tan rápido que ni aprecias que hubieran pasado cien años entre esfuerzo y decepción, otras dejan un recuerdo de inocencia y demencia dulce, otras ni siquiera con concentración las logras ubicar, como en los libros vienen y van entre personajes, situaciones, pasos y avances.
No acabo de tener demasiado claro el concepto de acierto y error, sinceramente creo que las historias están formadas de tantos capítulos y secuelas que se hace harto complicado entonar una melodía acorde con cada pasaje, se convierte todo en una mezcla a lo 'masa de pastel' que tras hornearla durante horas puede quedar esponjosa o hecha una verdadera birria. Teniendo en cuenta que durante el recorrido puedes leer infinidad de novelas, elegir un género también se vuelve difícil, nuestro ánimo y estado varían, nuestros conceptos, prioridades, gustos, pareceres; lo que no cambia, o al menos no debería hacerlo en la mayoría de casos (otros lo necesitan con urgencia, premura y gravedad), es la esencia, esa que hace de nosotros un 'nosotros', único e irrepetible, aunque copiemos patrones, nos influya el entorno, el acervo cultural, los tormentos y tormentas mentales y un sinfín de diminutos detalles consentidos o sorprendentes.
Se entiende que la base de quiénes y cómo somos, eso que nos define, eso que no podemos ocultar por mucho tiempo -aunque hay verdaderos casos de interpretación digna de Oscar- debe ser la carta de presentación a la hora de comenzar una historia, como una sinopsis de lo que puede acontecer, bueno y malo, para así no hacer 'spoiler' ni adelantar acontecimientos, pero tampoco embarcar a alguien en una aventura creada desde fantasías y falacias, comunes o intrincadas.
Acierto o error, bueno... la verdad no se trata de eso, sino de terminar el libro y decidir si volver a leerlo, recomendarlo, o por el contrario enterrarlo en la estantería de los 'cuentos saldados', también podrían quemarse, pero bien es sabido que no deben arder las letras, es mejor dejarlas ahí, para que caigan en el olvido o en otras manos que quizá tengan escalas o esencias diferentes y anhelen una novela de aventuras místicas y dudosa veracidad.
Al fin y al cabo todos elegimos qué leer... y qué olvidar.
No acabo de tener demasiado claro el concepto de acierto y error, sinceramente creo que las historias están formadas de tantos capítulos y secuelas que se hace harto complicado entonar una melodía acorde con cada pasaje, se convierte todo en una mezcla a lo 'masa de pastel' que tras hornearla durante horas puede quedar esponjosa o hecha una verdadera birria. Teniendo en cuenta que durante el recorrido puedes leer infinidad de novelas, elegir un género también se vuelve difícil, nuestro ánimo y estado varían, nuestros conceptos, prioridades, gustos, pareceres; lo que no cambia, o al menos no debería hacerlo en la mayoría de casos (otros lo necesitan con urgencia, premura y gravedad), es la esencia, esa que hace de nosotros un 'nosotros', único e irrepetible, aunque copiemos patrones, nos influya el entorno, el acervo cultural, los tormentos y tormentas mentales y un sinfín de diminutos detalles consentidos o sorprendentes.
Se entiende que la base de quiénes y cómo somos, eso que nos define, eso que no podemos ocultar por mucho tiempo -aunque hay verdaderos casos de interpretación digna de Oscar- debe ser la carta de presentación a la hora de comenzar una historia, como una sinopsis de lo que puede acontecer, bueno y malo, para así no hacer 'spoiler' ni adelantar acontecimientos, pero tampoco embarcar a alguien en una aventura creada desde fantasías y falacias, comunes o intrincadas.
Acierto o error, bueno... la verdad no se trata de eso, sino de terminar el libro y decidir si volver a leerlo, recomendarlo, o por el contrario enterrarlo en la estantería de los 'cuentos saldados', también podrían quemarse, pero bien es sabido que no deben arder las letras, es mejor dejarlas ahí, para que caigan en el olvido o en otras manos que quizá tengan escalas o esencias diferentes y anhelen una novela de aventuras místicas y dudosa veracidad.
Al fin y al cabo todos elegimos qué leer... y qué olvidar.
lunes, 24 de noviembre de 2014
Tiempo de brujas.
Tres de la mañana, hora de apartar sábanas blancas con cadenas y sombras sobre las almas.
Tres de la mañana, tiempo de acudir a musas preñadas y liberar nómadas neuronas de la nada.
Tres de la mañana, ¿eres tú o eres otra?... ¿eres trampa o eres hada?
Tres de la mañana, tiempo de acudir a musas preñadas y liberar nómadas neuronas de la nada.
Tres de la mañana, ¿eres tú o eres otra?... ¿eres trampa o eres hada?
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