El amor sin ternura es puro afán de dominio y de auto afirmación hasta lo destructivo. La ternura sin amor es sensiblería blanda incapaz de crear nada.

Fernando Savater



lunes, 30 de junio de 2014


El comienzo...


Al cerrar calló, permaneció en silencio durante horas, recorrió sus momentos poco a poco y volvió al comienzo de los tiempos.
Trató de comprender tantos misterios que el corazón dejó de latir, cegó por el momento sus instintos y se entregó a esa oscuridad sin preguntar nada en absoluto.
Al cerrar calló, no murió aunque eso parezca, no perdió ni se rindió, tan solo fué libre de elegir entre la lucha y el descanso, no hizo otra cosa que comenzar.
Cuando miró sus manos sonrió, pero fué leal a su pacto, su pacto de no hablar, su pacto de no decir lo mucho que deseaba tener otras extremidades, unas fuertes y grandes que pudieran proteger todo lo que amaba, que pudieran envolver y envolverla.


Al cerrar calló... y lo hizo para siempre.







Había una vez...

De forma tranquila te entrego mis lunares,
la intensa es para mis vivencias,
con pausa te vomito mis verdades
y me trago sin más las exigencias.

Aguardo paciente algún verso,
detallo tus errores uno a uno,
le ruego a cada hora tu regreso
y me olvido del instante inoportuno.

Quizá no sea el mundo ni magia ni aventura ,
quizá no existirá ningún momento,
tal vez jamás me mires con ternura
y muera sin el beso de mi cuento.





La niña y su moraleja...


Corría y saltaba la niña mimada,
corría y saltaba mientras paseaba,
subía los brazos y daba palmadas ,
decía bien alto 'Aquellas son malas'

Al rato del juego muy sola se vió,
buscó compañia y no la encontró,
decía bien alto '¿Quién juega conmigo?',
y las" niñas malas" obviaron el grito.

Corría y saltaba la niña mimada,
corría y saltaba mientras paseaba,
subía los brazos y daba palmadas,
ahogaba su llanto mientras suspiraba.




Batallas frente a frente...

Te planteas y debates ante el espejo, preguntas a tu reflejo sin mover los labios ¿debes decirlo todo?.
A menudo pienso que en la necesidad de hablar radica la fuente de nuestro sufrimiento, quieres vaciarte, no ves el motivo por el cual ocultar u omitir, salvo cuando se trata de no dañar, y aún así sientes el impulso de no dejar tu miedo en manos del destino.
Te observas y deshaces frente a ese espejo, cuestionas ideas evitando mirarte demasiado tiempo a los ojos, para no correr el riesgo de volverte extraño.
En ocasiones me estremezco al advertir cierta soledad, o sonrío al reconocerme mayor ante esa niña lejana que anhela no dejar de serlo.
Te mueves y revuelves con tu sola compañía, deseas ser así, ser tú, sin trabas ni máscaras de quita y pon, sin juicios ni falsas virtudes, sin medallas ni defectos atribuídos por quienes nada saben.
A veces, solo a veces, te ves... y ahí, en ese preciso instante, es cuando 'la nada' y 'el todo' se unen y viajan para obsequiarte con una dosis de locura.