El amor sin ternura es puro afán de dominio y de auto afirmación hasta lo destructivo. La ternura sin amor es sensiblería blanda incapaz de crear nada.

Fernando Savater



viernes, 9 de noviembre de 2012

Lluvia...




A ratos cambia el estado de todo cuanto nos rodea, nuestra vida está llena de submundos como si de un escritorio se tratara, hay carpetas y apéndices para casi cualquier cosa, trabajo, amistades, relaciones amorosas, paterno-filiales... Estás tan seguro de donde te encuentras y, de repente, comienza a llover, no lo esperas, no aceptas, no deseas los cambios involuntarios, te apetecería mantener lo que conoces en su justo puesto el tiempo que necesites para adaptar tu psiquis a otra nueva etapa, a tu antojo mas mundano, a tu forma única y peculiar de torear los acontecimientos, al ritmo adecuado, con la cadencia anhelada y el tono preciso, pero no... comienza a llover.

Reconozco mis errores, mis carencias, al menos conmigo misma, tengo clarísima mi ubicación en el mapa interior, tal vez no tanto en el que está a la vista y juicio de todos, pero seamos honestos, no es sencillo ver tu reflejo en el espejo del hoy y sonreir sin anotar algún punto a mejorar, incluso tachar un escrito antiguo que deseamos variar cuán producto caducado en nuestra alacena personal de alimentos perecederos. 

Todo me lleva al mismo punto, a ese irreflexivo momento en el que pronuncio las palabras mágicas que comienzan siempre por el mismo vocablo... No,  y continúan con cualquier desarrollo demente sobre propuestas unilaterales de ensoñación infantil, convirtiendo mi cerebelo en algodón de azúcar y mi cara de niña en un plano del metro de cualquier ciudad del mundo, lleno de líneas, estaciones y desvíos... ¿Qué hago?, ¿podré?, ¿y si?... De nuevo me miro y digo con tono fuerte y contundente, -¡Espabila!, ¡quiérete!, ¡imponte!, ¡no te dejes vapulear, no lo permitas!, ¡eres capaz!, pero en seguida regresa el fatídico, y hasta anhelado por lo cómodo y conocido, No... bla bla bla y más bla.

Crees que controlas, riges, que estirpas mala entraña a la gente que te rodea, haciendo algo que consideras bueno, positivo, moldeando no para ti, sino para el mundo, para sí mismos, soportando y encarando siempre lo menos bello con el firme objetivo de dar ejemplo de honradez, lealtad, paciencia y tesón, de revelar que la vida no es alimentarse y sobrevivir, que la grandeza del universo no se conoce tan solo a través de un telescopio Cassegrain, que la existencia es algo con fecha de caducidad y que cada cual llega aquí con unos objetivos, no con manual de instrucciones, pero si con las coordenadas correctas, la tarea está en no dejarse vencer por la multitud de averías producidas por nuestra naturaleza imperfecta que nos hace tan frágiles como pompas de jabón y desvía de manera constante y casi violenta nuestra ilusoria brújula.

Asi que sigo enredada en el mismo ovillo, y sin ser felina es difícil disfrutar lo entretenido de desembrollarse... Tantas variantes, tantas opciones, tanto en lo que desvanecer súbitamente, toneladas de pasiones heredadas de lengua en lengua, historias recordadas, detalles enmarcados, desenlaces esperados, pistas que te llevan a filosofar sobre lo básico y eterno, pústulas en las que te recreas levantando la costra, momentos de radiante ternura e irrelevante alegría, tanto que inmolar en mi interior... continúa la maraña, la intriga, la insana reiteración.

Y como siempre, todo se dirige de nuevo a mi inseparable No, cuando... de repente, comienza a llover.












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